26.11.16

Tucumán de Jesús


I. ORIGEN
La tradición oral sitúa el origen de esta costumbre como parte de la historia de la fundación de la ciudad de Jesús a inicios de la Colonia, nacida como reducción de indios con el nombre de Dulce Nombre de Jesús, el 1 de enero de 1572; esta reducción fue cabeza de doctrina que formaba parte del Corregimiento de Huamalíes, y es origen de la actual ciudad de Jesús, capital de la provincia de Lauricocha.
Según el relato más difundido sobre el origen de esta festividad, en tiempos de la conquista, las antiguas poblaciones indígenas de esta región se distribuían en ambas márgenes del valle del Ñucón, tal como corrobora la evidencia arqueológica. La obligación de trasladarse a la reducción planteó el problema del abandono de las poblaciones antiguas, tradicionalmente enfrentadas por el acceso al agua y por el dominio del territorio; de este modo, los yayakunas (ancianos) y los taytas (principales) de los pueblos convocaron a un encuentro de representantes de los poblados en el sitio de Ñucón, entonces un totoral en terreno húmedo, formado por el puquio del Ñucón. Cerca de este lugar los españoles habían establecido la reducción que sería el origen del actual pueblo de Jesús.

Los jefes de los centros poblados, distribuidos en sectores en acuerdo a su orientación cardinal, se hicieron presentes transformados en diversos animales de la fauna local. Por el poblado de Kenac, de la parte oeste, se hicieron presentes dos sapos, que fueron defenestrados y transformados en piedra por su postura indecorosa, y en su lugar llegó el anca o gavilán. Por el poblado de Huapachacún, en la zona norte, llegó otra ave rapaz, el algay o dominico. Por el lado sur, donde estaban ubicados los pueblos de Shaya y Alaka, asistió el yuquish o zorzal y, por último, por el pueblo de Carhuanpata, del este, se presentó el atoq o zorro. Por el pueblo de Raucha, de la misma zona, debía presentarse el jirish o picaflor, pero al no ser convocado este pueblo, este prefirió ir, despechado, al vecino pueblo de Cauri. Otro relato, consignado por Pedro Carlos Tucto describe una distribución más compleja, pues cada curaca asistiría en representación de su centro poblado, transformado en un animal distinto. El ancao gavilán representaba al poblado de Chiquia; el añaz o zorrillo, al de Ticra; el atoq o zorro, a Huapachacún; el jirish o picaflor, a Shaya; el algay o dominico, a Kenac; el rachak, a Carhuanpata; el yuquish o zorzal, a Consejo Corral; el huaychao, a Alaka; el ave acaclluy, a Goguy; el pichuychanca o gorrión, a Rauchac; y el luychu o venado a Sacuar. Por Marcachacra asistió el kullkush, tórtola de la puna, pero al llegar tarde no fue recibido, yéndose igualmente a Cauri.

Reunidos y consumiendo coca, discutieron sobre su situación actual y el destino que de sus pueblos, y se llegó al acuerdo de dejar de lado sus antiguas rencillas y trabajar en conjunto, limpiando el pantano y los totorales para acceder al agua limpia, compartiendo trabajo y alimentos. Estos animales se organizaron en esta faena, cada uno con distinta suerte, agradeciendo a los jircas o dioses de los cerros por encontrar esta salida. Regresaron así a sus pueblos, informando sobre esta decisión conjunta.

Como estrategia de resistencia a la invasión hispana, los hombres se reunirían en el cerro de Tucuhuaganan o Tucuwaganan, traducido como “lugar donde llora el búho”, que domina la vista del lugar, y cuyo nombre deriva de la palabra búho o tucu, animal que se refugia en sus cuevas, para disfrazarse de estas aves e imitar sus graznidos y así ahuyentar a los españoles; pero que entonces se escuchó un llanto de niño proveniente de un tishgo o islote en el pantano. Indígenas y españoles fueron a averiguar el origen del llanto, y encontraron la imagen de un niño recién nacido, que los españoles identificaron como el Niño Dios cristiano. Esto decidió la devoción de la población indígena hacia la milagrosa aparición, y que los españoles rebautizaran al sitio de Ñucón como Jesús, erigiendo un templo en el cual fue colocada la imagen, siendo desde entonces el patrono del pueblo, y viniendo los pueblos de los alrededores a establecerse voluntariamente en la nueva ciudad. La comparsa de los tucumanes pasó de este modo a ser parte de las costumbres de adoración al Niño Dios. Otro relato sostiene que estos enmascarados tenían además la función de castigar a los infractores de la ley, lazándolos con la soga o reata que portan como parte de su atuendo y arrastrándolos al cerro Tucuwaganan, para ser flagelados y luego paseados por el pueblo, siendo llevados después ante la imagen del patrono Niño Dios en la Iglesia local, y hacerles prometer no volver a delinquir.

II. REPRESENTACIÓN
La danza conocida como El Tucumán del distrito de Jesús, provincia de Lauricocha, no hace referencia al arriero criollo o mestizo de la región de Tucumán, en el actual noreste argentino, sino que es una representación del búho o tucu, ave de la fauna local; derivado el nombre de la danza del término tucu uma o cabeza de búho, figura de baile que tiene una función protectora y de anuncio de la fiesta patronal del Niño Jesús del distrito, carácter singular que le aparta de otras comparsas de baile de nombre similar.

Que, la danza El Tucumán es un ejemplo particularmente interesante de un tema recurrente en la tradición huanuqueña: la representación de la fauna local en las danzas del calendario festivo, reflejo de una visión del mundo natural dotado de voluntad propia, dentro de lo que puede considerarse un ciclo mítico regional. Dos manifestaciones de carácter similar, la León Danza, del vecino distrito de Jivia de la misma provincia de Lauricocha, y la danza Atoq Alcalde del distrito de Llata, en la provincia de Huamalíes, son parte del listado de manifestaciones declaradas Patrimonio Cultural de la Nación. En estas manifestaciones los animales representados interactúan en un universo simbólico dominado por la figura mítica de Mama Rayhuana, asociada a la madre tierra, mientras que en la tradición que nos ocupa se hace referencia a un rimanacuy o concejo, celebrado en lo que parece haber sido un lugar de culto, cercano a un puquio, fuente de agua al que se suele hacer homenaje en los inicios del ciclo productivo en la tradición andina. Siguiendo lo dicho en estos relatos, la aparición milagrosa del Niño Dios se da, significativamente, en el mismo lugar del concejo, facilitando la aceptación del nuevo orden por parte de la población nativa, en un momento en que esta había decidido superar sus diferencias internas en aras del bien común.

III. INTEGRANTES DE LA DANZA
La ciudad de Jesús reprodujo la distribución cuadripartita de los pueblos antiguos en la división entre cuatro barrios, llamados Shaya, Ccarhuan, Quenac y Huapachacún, cada uno representado por una autoridad llamada varayo o principal. Estas secciones siguen siendo una de las bases de la organización del ciclo festivo local. Esta distribución se mantiene igualmente al interior de la comparsa de la danza El Tucumán. La organización de esta comparsa es responsabilidad del gobierno local, usualmente de la comunidad campesina de Jesús, y en su defecto, de la Municipalidad.
La comparsa de los tucumanes está compuesta por miembros de una cofradía local dedicada al culto del Niño Jesús que es liderada por 2 Caporales, responsables principales de la fiesta que, como parte de la comparsa, toman el papel de guiadores, y un cuerpo de 22 danzantes, llamados pampas, siendo en total 24 bailarines, seis por cada barrio. La comparsa suele organizarse para las danzas en dos columnas, dirigidas por sendos Caporales. Los Caporales marcan el inicio del baile y la sucesión de las mudanzas que se producen durante el paso de la comparsa por las calles del pueblo, y los varayo encabezan el paso de la comparsa.



IV. VESTIMENTA
Que, la vestimenta de los personajes ha sufrido transformaciones desde la época republicana, siendo originalmente una vestimenta rural de bayeta, con poncho de lana gris, sombrero de fieltro y, como accesorio definitorio, un bastón y una soga. Actualmente, los bailarines llevan un traje negro, en una imagen de elegancia urbana atribuida a las aves que representan, compuesto por pantalón y saco, guantes de lana y sombrero de fieltro, todos de negro riguroso. La excepción al negro son una camisa blanca y una pañoleta blanca que se lleva bajo el sombrero y cae sobre los hombros; opcionalmente se lleva corbata. Portan además una soga, reata o cabestro, parte de la cual se lleva en bandolera, dejando suelto un extremo que en la danza se lleva con la mano derecha en alto, accesorio con el cual se anuncian los cambios en la coreografía. La prenda definitoria es una máscara de cuero negro decorada con bordados de hilo blanco, en representación del rostro del ave, rostro que la población describe como horripilante, hecho para infundir temor. Las piezas que componen este traje son tradicionalmente heredadas de las anteriores generaciones, y son objeto de gran cuidado por quienes las portan.


V. MUDANZAS
La danza El Tucumán está resuelta con gracia, siguiendo una serie de pasos y figuras de baile conocidas como mudanzas y pasiones, cada una con una tonada particular. La pasión es el paso organizado en dos columnas o hileras, y cuya postura básica consiste en llevar el paso portando la soga, con la mano derecha en alto y la mano izquierda en la cintura. Estas figuras son:
- La entrada o media vuelta,
- El saludo al público,
- El saludo en pareja,
- El saludo en columna,
- El enlazamiento (en el que se representa la captura de animales salvajes),
- Los cuatro barrios (cada grupo de bailarines se orienta al punto cardinal al que pertenece su respectivo barrio),
- El saludo en U,
- El tucupa ñahuin u ojo de búho, en que los danzantes forman esta figura,
- El janatuman uratuman o barrio arriba y barrio abajo, en que los danzantes se saludan reunidos en una sola columna dando media vuelta,
- El ochuy o figura de ocho,
- La adoración al Niño, que se representa dentro del templo, y
- La despedida con media vuelta.


VI. MUSICALIZACIÓN
La música que acompaña esta danza ha sido tradicionalmente ejecutada por músicos que portaban a la vez una flauta y un tambor, formación común en la sierra norteña, pero en la actualidad este acompañamiento ha sido sustituido por una banda de metales;

VII. FECHAS DE EJECUCIÓN
La danza El Tucumán es parte de la Fiesta del Niño Jesús, patrón de la ciudad del mismo nombre, correspondiendo su aparición a la víspera del día central, celebrada el 31 de diciembre. Esta festividad, situada en una fecha poco habitual para este tipo de celebración, constituye un homenaje al Niño Jesús como patrón de la ciudad antes que una conmemoración del natalicio de Jesús propiamente dicha.

El 30 de diciembre, tradicionalmente a las 3 de la tarde, llegan a Jesús los conjuntos musicales que acompañarán la fiesta, contratados de otras localidades de Huánuco o Áncash, siendo recibidos por el Caporal, encargado de la fiesta. Estos conjuntos anuncian las actividades festivas, interpretando las tonadas de la fiesta patronal mientras recorren las calles de la ciudad, para terminar presentándose ante la Iglesia matriz para dar el saludo al Niño Jesús y luego visitar y ser recibidos por las autoridades locales.
Los tucumanes se presentan el 31 de diciembre a las 10 de la mañana, hora en que se reúnen todos los bailarines y, desde el mediodía, recorren el pueblo pasando por las principales calles de la ciudad en el shunta pacuy, acto en que la comparsa visita los locales de las instituciones de la ciudad, como la Municipalidad, la Gobernación, el Juzgado de Paz y la Iglesia, así como también a personas notables, en especial a quienes ocupan cargos en la fiesta del Niño Jesús. En este recorrido se reunirán con el Mayor Mayoraza, cargo dedicado a la custodia de la nueva vestimenta que, conseguida por los caporales, se pondrá a la imagen del Niño Jesús. A las 3 de la tarde, el conjunto de los tucumanes, junto con el Mayor Mayoraza, se dirige a la Iglesia Matriz de Jesús, hacia el altar de la imagen del Niño. El Niño es bajado del altar para el cambio de vestimenta, mientras su anda es armada; durante ese proceso los tucumanes realizan una danza de adoración al Niño. Luego, terminado este acto, proceden a visitar otra vez a las autoridades y notables de la ciudad hasta que, a las 7 de la noche, van todos a celebrar la misa por el Niño. Terminada la misma, continúan con su danza hasta las 10 de la noche, en que termina su representación.

A la medianoche, iniciado el 1 de enero, aparece la comparsa de los negritos, interpretada por el mismo grupo que se caracterizó como los tucumanes. A diferencia de éstos, los negritos visten de manera vistosa, con cotones bordados y sombreros adornados con elaborados arreglos de plumas de colores, como es común en el área de Huánuco. A la 1 de la mañana se llama a cabildo abierto en el local municipal, reuniendo a autoridades, notables y vecinos a compartir la hoja de coca para leer en ella los augurios para el año que se inicia. Los negritos llegan con su comparsa de músicos, saludan a cada autoridad, quienes deben portar una cruz a ser homenajeada. Los negritos realizan la primera representación completa de su baile, denominado pachawala, zapateado que incluye unas 24 mudanzas o figuras.

Siendo las 4 de la tarde, los negritos se dirigen a la casa de los Caporales, mayordomos principales de esta fiesta. La misa iniciará cinco horas más tarde, a las 9 de la noche, seguida de una procesión de la imagen del Niño Jesús por las calles de la ciudad, pasando por alfombras de flores y acompañada por el ruido de los cohetes y los cantos y oraciones de la feligresía. Misa y procesión cuentan con la presencia de las autoridades, los mayordomos y de la comparsa de negritos, como será a lo largo de toda la fiesta. En medio de ello, los Caporales invitarán a un almuerzo a inicios de la tarde.

El 2 de enero se celebra la fundación española de la ciudad de Jesús, asociada al hecho milagroso de la aparición del Niño patrón. Esta celebración consiste en quema de castillos al inicio de la medianoche, un desfile de autoridades, representantes de instituciones y organizaciones de base, y de la comparsa de negritos, acompañados por las bandas de músicos. A la 1 de la tarde vendrá el almuerzo de camaradería y el baile social, durante el resto del día.

Los días 3 y 4 de enero la fiesta seguirá siendo protagonizada por la comparsa de los negritos, con la visita a los cargos, las autoridades y los vecinos notables de la ciudad, y la invitación correspondiente de comida y bebida. En la tarde del último día, el 4 de enero, el Niño Jesús es llevado de regreso a su altar por los mayordomos y la cuadrilla de negritos. A las 5 de la tarde se dará el trucay o entrega del cargo al mayordomo del año siguiente. En este mismo lugar, la Iglesia matriz, los negritos harán su acto de despedida con el “quita cotón”, hasta el año siguiente.

Los estudios sobre los relatos orales y el papel que cumplen en ellos los diversos seres que componen la fauna local, no han puesto mucho énfasis en el rol que asume el búho que en esta tradición se trata de un personaje que ejecuta sanciones en contra de los infractores, valiéndose del manejo del temor, cuando en otras tradiciones orales suele ser, con su canto nocturno, mensajero de una muerte aciaga; siendo significativo que este personaje aparezca al terminar un ciclo anual, tiempo de rendición de cuentas y de expiación de culpas en numerosas tradiciones andinas, mientras que el nuevo ciclo es presidido por una imagen milagrosa, la del Niño Jesús recién nacido, y que la ceremonia de cambio de vestimenta de la imagen del Niño Dios es claramente un ritual de renovación.
La Festividad del Niño Jesús del distrito de Jesús, provincia de Lauricocha, departamento de Huánuco, presenta de este modo rasgos originales, exclusivos de este distrito, y en los cuales se mantiene la impronta de la antigua herencia andina, pasada por el tamiz colonial.

La presente danza ha sido declarada Patrimonio Cultural de la Nación mediante RESOLUCIÓN VICEMINISTERIAL Nº 120-2016-VMPCIC-MC - 9 de setiembre de 2016.

Recopilación: Elmer Rivera Godoy